A lo largo de la historia el ser humano ha buscado la felicidad. Ya lo dicen los filósofos, el fin último del ser humano es alcanzar la plenitud a través de la felicidad y el placer. ¿Será entonces que si generamos felicidad podemos entrar en sintonía con cualquier ser humano?
Esa pregunta me la he hecho desde hace algunos años, porque me parece que si entramos en sintonía con las personas, logramos entablar una relación en otro nivel.
¿Qué es la dopamina?
¿Recuerdas en bachillerato cuando nos hablaban de las neuronas y de la sinapsis? Para ese entonces, al menos para mi, era mundo fascinante ver cómo funcionaba nuestro sistema nervioso y cómo en el cerebro se daba “todo”.
Pues bien, la dopamina es un neurotransmisor, es decir una sustancia química que es creada por nuestro cuerpo mediante la cual se transmite alguna información desde una neurona a otra por medio de esos contactos “eléctricos” (así me gusta llamarlos) conocidos como sinapsis.
Esta sustancia química (neurotransmisor) está asociada a la generación de placer. Veamos en qué consiste esto. La dopamina es la que nos motiva a movernos por algo, por alcanzarlo. ¿No te ha pasado que quieres lograr una meta y te esfuerzas por ella, te sientes pleno, incluso quieres más?
Siempre cuento una anécdota al hablar de la dopamina.
Cuando era muy joven hacia cualquier tipo de deporte, jugaba fútbol, beisbol, volleyball, basquet y tenis. Se me daban muy bien los deportes, en algunos casos fui seleccionado para representar a mi estado. Luego deje de hacer ejercicios y veía los deportes pero desde mi cama acostado en los canales ESPN, Venevisión o RCTV.
Después de muchos años retome hacer ejercicios de manera formal, y me inscribí en un gimnasio, a las 5:30am estaba como un clavel comenzando a trotar. Durante la primera semana, no podía pasar de los 5 minutos, llegaba cansado y jadeante a ese tiempo, que me parecía por demás una eternidad.
Al cabo de un mes y medio, trotaba 45 minutos, y mi entrenador me decía que parara, que no era conveniente que siguiera, que me fuera a las “maquinas”. Era increíble como el cuerpo me pedía más, recuerdo la primera vez que llegué a los 15 minutos, cómo me decía 5 minutos más, y al llegar a esos 20 minutos, puedes con 5 más. Era una energía interna que me movía a seguir. La dopamina estaba allí. Mi meta era ir a la media maratón que organizaba Gatorade todos los años en Caracas. Llegué a trotar 1 hora y media, y al terminar sentía un placer inmenso en el cuerpo.
Allí había dopamina. Ella es adictiva, el placer de lograr las cosas, de querer alcanzar algo, nos motiva a hacerlo, y es allí cuando en el cerebro se da esas sinapsis entre las neuronas disparando grandes dosis de dopamina.
¿Qué tiene que ver la Dopamina con el Marketing?
La dopamina nos da un regalo de gozo y motivación, nos regala satisfacción. Por eso las persona altamente productivas saben que si se fijan pequeñas tareas en su agenda, y ven como van lográndolas eso las motiva a seguir productivos, hay una fuerte de sensación de recompensa, de enfoque y de placer.
¿No crees que a través de las campañas de publicidad podemos incidir en la producción de dopamina de nuestro público objetivo?
Está comprobado que al transmitir mensaje que apunten hacia el alcance de un determinado status social, una sensación de motivación al logro se genera en aquellas personas que desean lograr eso que se muestra.
Así, adquirir un producto que nos genere ese sentido de pertenencia a un estilo de vida puede estimular de manera efectiva la segregación de dopamina, lo cual se percibe como un logro, o una sensación de bienestar. Sin embargo, es importante tener claro que esta sustancia -por el mismo hecho de ser adictiva- es inhibida rápidamente también por nuestro propio organismo, buscando el equilibrio emocional.
De cualquier manera, “nuestro cuerpo” buscará nuevamente la posibilidad inconsciente de producirla, después de todo somos adictos a lo que nos produce placer, y esa es una ventaja que tenemos los marketineros: sabemos el ser humano a pesar de hacer uso de la razón, es profundamente irracional.
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